domingo, 16 de abril de 2023

Ensayo expositivo sobre el tema «La romanización de Hispania»


A lo largo de los siglos de dominio romano sobre distintos pueblos y provincias,  las costumbres, la religión, las leyes y en general el modo de vida de Roma, se imponía o se acataba como forma se sentirse parte del imperio. En ese orden, la romanización de Hispania se refiere al proceso de transformación cultural y social que tuvo lugar en la península ibérica a lo largo de los siglos II a.C. y II d.C. bajo la influencia de la conquista y colonización romana. Durante este período, los romanos introdujeron su lengua, leyes, religión, arquitectura y tecnología en la península ibérica, y establecieron un sistema político y administrativo que transformó profundamente la sociedad y la cultura. El presente ensayo expositivo pretende explicar este proceso.

 

El proceso de romanización de Hispania inició en el año 218 a.C., cuando los romanos comenzaron su conquista de la península ibérica durante la Segunda Guerra Púnica. El general romano Publio C. Escipión desembarcó en Ampurias, en la costa noreste de la península, y derrotó a los cartagineses en la batalla de Cissa. A lo largo de los siglos II a.C. y I a.C., los romanos continuaron su avance hacia el interior de Hispania, estableciendo colonias y ciudades fortificadas en toda la península. Durante este período, la presencia romana se hizo cada vez más evidente, se fueron produciendo una serie de cambios en la sociedad y la cultura que fueron conformando el proceso de romanización.

 

Este proceso alcanzó su punto máximo durante los siglos I y II d.C., cuando Hispania se convirtió en una de las provincias más importantes del Imperio Romano. Sin embargo, «La pacificación no fue completa hasta que Augusto dominó cántabros y astures en el 19 a.C. (Lapesa, 1981, p. 53)». Durante este período, se construyeron numerosas ciudades, carreteras, puentes y edificios públicos en toda la península, y el latín se convirtió en la lengua dominante.

 

El latín como lengua dominante se caracteriza por ser una lengua altamente estructurada y refinada, con una gramática y un vocabulario complejo y preciso. Poseía sus diferencias con relación al griego, en cuanto a los aspectos fonéticos, gramáticos y alfabéticos pero redujo los diptongos e hizo más sencillo el uso de las consonantes propias del mundo indoeuropeo. Además, a través del contacto con la civilización griega, Roma enriquece su idioma al agregar musicalidad, finuras de matices,  que le permitió hacerse capaz de desarrollar la poesía, la filosofía y la elocuencia. Algunos autores romanos que aprovecharon la técnica y el modelo de  Grecia fueron Cicerón, Virgilio, Tito Livio, Quintiliano, Lucano y Marcial.

 

Como era de esperarse, tras conquistar la Hélade, los romanos tomaron conceptos de nombres generales y actividades propias del espíritu, tecnicismos literarios, vocablos referentes a danza y deporte, a la enseñanza y educación,… lo que les permitió refinar su lengua. En ese sentido, tenemos la preposición kata, sufijos verbales, adjetivos, adaptaciones fonéticas, perífrasis verbales (estoy diciendo) sufijos, terminología como tecnocracia, anafilaxia, etc. Por su parte, el latín culto se inició a partir de la escritura, el cual se enseñaba en las escuelas y el que todos pretendían aprender a escribir y el latín hablado por las gentes medias y las masas. La lengua literaria se depuraba hasta llegar a las Odas de Horacio o la prosa de César o Tácito; el habla vulgar seguía atada a usos antiguos pero desarrollaba tendencias existentes en el idioma.

 

Durante el imperio, el latín culto se estacionó, mientras que el vulgar proseguía el camino que debía llevar el nacimiento de las lenguas romances. Al fin de la época imperial, las invasiones y la consiguiente decadencia de la cultura aceleraron del declive de la lengua literaria. Esta era solo utilizada solo por eclesiástico y letrados. El latín clásico y vulgar diferían en el orden de las palabras, la ubicación de los determinantes, su estructura morfológica, evoluciones fonéticas, las desinencias, los genitivos, los comparativos y superlativos, multitud de alteraciones fonéticas (layod), etc. En cuanto al orden de las palabras, la construcción clásica admitía frecuentes transposiciones entre dos términos ligados por el sentido y la concordancia; la estructura morfológica estaba dada por las desinencias -um «así por ejemplo la palabra hominum significa hombre representada por el tema homin, las notas del genitivo y el plural» (Lapesa, 1981, p. 71).

 

Por otro lado, con referencia a los cambios fonéticos es preciso señalar los referentes al sistema acentual y al vocalismo. Tenía un ritmo cuantitativo-musical basado en la duración de las vocales y sílabas. Se utilizaban diez vocales y más tarde, se redujeron a siete. Así se pronunciaban largas las vocales que terminaban en sílabas y breves las que estaban en sílaba acabada en consonante. Asimismo, el problema de la diptongación, donde Narvea pasó a ser Naervae, tribunicie por tribuniciae; la vocal postónica y la separación silábica.

 

En otro orden de ideas, el vocabulario del latín vulgar no presentaba todos los términos del clásico, con lo cual se borraron diferencias de matiz, que la lengua culta expresaba con palabras diferentes como “jocus= burla reemplazó a lodus= juego”, “caballus= caballo”, “casa a domus”, “gladius sucumbió ante el griego spatha”; “usare=usar·; “altiare=alzar”. Como se puede notar, el latín vulgar fue muy aficionado a la derivación “mane=mañana”;  “carrus= carricare= cargar”. Es preciso mencionar que el latín hispánico tuvo aspectos arcaizantes, en el español cueva, catalán y portugués cova exigen un latín cova anterior a la forma clásica cava;  «en Nevio, Plauto, Ennio y Terencio, contemporáneos de las conquistas romanas en la Península, se encuentran fartus con el sentido de harto, perna con el valor de pierna, cansare por cansar, serrare por cerrar, querere por querer,…» (Lapesa, 1981, p. 89).

 

Otro aspecto que permitió los arcaísmos latinos fue el distanciamiento del Imperio. Por eso se relacionan el español y el resto de las lenguas romances meridionales,  orientales y de zonas aisladas. Sucede lo mismo con los aspectos gramaticales, sustitutos brevior o longior de magislongus y pluslongus. Los demostrativos hic, iste, ille indicaban en latín la gradación de distancia en relación con las tres personas gramaticales. Tanto en el español como en el portugués se conserva el pluscuamperfecto latino amaveram, potueram, convertido en subjuntivo amara, pudiera.

 

Por último, con respecto a las palabras populares, cultas y semicultas, es bien conocido que la Iglesia tiene un valor inconmensurable con relación a la lengua hablada y escrita que se pueden encontrar en la liturgia de esta. Por ejemplo, las palabras filius, genesta, saltus han derivado en hijo, hiniesta y soto. «Según las leyes fonéticas que distinguen el castellano de otras lenguas romances. Son las palabras llamadas populares o tradicionales que constituyen el acervo más importante de cada lengua» (Lapesa, 1981, p. 109).  Voces populares como argilla y ringere se deformaban hasta llegar a arcilla y reñir. No sucedió lo mismo con virgine y angelus  que declinó en virgen y ángel. Sin embargo, los cultismo puros se atienen con fidelidad a la forma latina pura como “evangelium= evangelio, voluntate= voluntad.

 

En conclusión, la lengua latina en Hispania tuvo una gran influencia en la cultura y las lenguas romances de la península ibérica. El latín hispánico presentó aspectos arcaizantes que han dejado su huella en las lenguas romances actuales, y la coexistencia del latín literario y vulgar es un factor clave en la evolución de las lenguas romances. La fonética y sintaxis del latín hispánico también presentaron características propias que lo diferenciaron del latín clásico.

 

 

 

Referencias bibliográficas

 

Lapesa Rafael. (1981). Historia de la lengua española. Editorial Gredos, S.A. https://filologiaunlp.files.wordpress.com/2012/04/rafael-lapesa-historia-de-la-lengua-espanola.pdf

 

 


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