viernes, 20 de septiembre de 2019

No hay especie más miedosa que la humana



Desde la génesis de la existencia lo único que ha diferenciado al hombre de los animales es su capacidad para razonar, destreza que le ha llevado a pensar, evaluar, entender y actuar de acuerdo a ciertos principios que rigen su conducta y su comportamiento y que le han servido al mismo tiempo para poder anticipar, prever situaciones que aún no han sobrevenido o que están en proceso de ocurrir. Por consiguiente, el poder descifrar a través de la inteligencia lo que puede o no acontecer crea un sentimiento amenazador: el miedo, el cual es definido como una emoción primaria que se deriva de la hostilidad natural al riesgo o la amenaza. De acuerdo con lo explicitado con anterioridad, se puede afirmar que no hay especie más miedosa que la humana.

La capacidad de razonar nos define como especie humana, sin embargo, es la culpable de que el hombre viva en un temor existencial que lo lleva a vivir en un estado de frustración y, por ende, esclavo dentro de su propia libertad. Basta con mencionar el recelo que este siente por la muerte, pues esta constituye el fin de todas las cosas, miedo que ninguna otra especie posee porque no tiene la facultad del raciocinio. Además, no solo siente miedo por la muerte sino también por la vida: lo que puede ocurrir, lo que le ocurrió, etc.

Por otra parte, el hombre tiene temor por la opinión o juicio que los demás puedan omitir sobre él, característica que es imposible que lo sienta otra especie, pues estas viven de acuerdo a sus instintos. Así pues, el hombre no se atreve a hacer lo que quiere porque su libertad está limitada por lo que piensan y/o expresan sus homólogos, tal y como lo expone José A. Marina cuando expresa que “la mirada del otro anula mi libertad porque estoy a merced de ella”. En otras palabras, el hombre será libre en cuanto no sienta miedo y no dependa de las opiniones de los demás.

En otro orden de ideas, existen muchas personas que expresan no tener miedo ni darle importancia a lo que piensan y dicen los demás, sin embargo, con el simple hecho de expresar que no le importa ya están comenzando a darle importancia, pues si así no fuera no habría interés ni siquiera por escuchar lo que explicitan o enuncian de nosotros. Además, de eso, sentimos miedo de los difuntos, del fracaso, de que se desplome nuestra relación con alguien, sentimos miedo hasta de Dios, que de suponer, es el ser más benéfico y protector que puede existir. No obstante, el autor del libro “ Anatomía del miedo” expresa que este último no es desencadenado por el peligro, sino que muchas veces el hombre se crea sus propios peligros, que aunque lo sean para él no lo son para los demás, haciendo esto que el miedo pueda convertirse en una enfermedad.

En ese mismo tenor, el hombre no solo crea y posee miedos, sino que también infunde miedo hacia sus semejantes para poder dominarlos, poder sumirlos a sus deseos y aspiraciones. Un ejemplo que ilustra esta acción es el padre que amenaza a su hijo si no pasa de curso, con el propósito de que este se esfuerce para que no tenga que exponerse a las consecuencias. Además de esto, el hombre es tan aciago que infunde temor religioso para poder dominar a través de la fe a aquellos que creen en ella. Esto se puede interpretar de la siguiente manera: aquel que infunde terror tiene miedo de perder el poder que posee sobre aquellos que tiene amedrantados.

En conclusión, desde el inicio de la creación el hombre ha tenido que lidiar con preguntas que muchas veces no tienen respuestas lo que causa el miedo existencial que este presenta lo cual discrepa con las demás especies debido a que no muestran la capacidad de raciocinio. Por lo tanto, pienso que el miedo es una característica que nunca nos dejará, pues este es inherente a nosotros por la facultad que nos identifica. Por consiguiente, este tema seguirá en la palestra hasta tanto se determine lo contrario, porque es un tema que puede rebatirse, sin embargo, hasta el momento no hay especie más miedosa que la humana.





 
Bibliografía

Marina, J. A (2006) Anatomía del Miedo, Editorial Anagrama, Barcelona.


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